Durante años casi no hubo actividad aquí; vagones ferroviarios antiguos se oxidaban en su quietud. Después los trenes volvieron a despertar, los cereales volvieron a ir de la pampa al puerto, y nuevos coches aparecieron, con nombres pintados en blanco y en lenguas extranjeras. Hoy el Patio está casi siempre lleno. En los días de sol, bandadas de pájaros se aposentan en los coches, listos para volar en aparente desorden al menor signo de movimiento.
Ahora paso con cierta frecuencia por sobre el puente y me asomo, y todavía estiro la cabeza ensimismado, a los dos lados.
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